La Educación para la Salud (EpS) es un proceso de aprendizaje planificado que pretende reforzar, mantener o eliminar determinados hábitos que influyen poderosamente en la salud de la población,
La Organización Mundial de la Salud (1983) reconoció que “si se enfoca la educación sanitaria desde un modelo participativo, y adaptado a las necesidades, la población adquirirá una responsabilidad en su aprendizaje y éste no estará centrado en el saber, sino también en el saber hacer. “
La Educación sanitaria se reconoce como una estrategia útil en la promoción de la salud, en la prevención de la enfermedad y en la orientación a pacientes enfermos.
Es una disciplina cuyas bases teóricas se asientan en cuatro bloques científicos: ciencias de la salud (comportamientos para mejorar la salud), ciencias de la conducta (psicología, sociología y antropología, que explican cómo se producen los cambios de comportamiento), ciencias de la educación (pedagogía, que permite facilitar el aprendizaje de un comportamiento) y ciencias de la comunicación (que permiten identificar como se comunican las personas). (Rochon, A. 1992).
La Asociación Médica Americana (AMA) recomienda estrategias clínicas para mejorar la salud y el bienestar de los chicos y chicas, a través de la acción preventiva, tanto primaria como secundaria. Sugiere que los médicos y otros sanitarios deberían intentar activamente evitar o modificar los comportamientos de riesgo para la salud, con asesoramiento sanitario a través de educación para la salud, consejos sanitarios y guías anticipatorias .
La Educación para la Salud se puede trabajar de forma individual o en grupo, con niños sanos o enfermos, con padres y madres, o con los propios pacientes cuando esos son mayores.
INFANCIA Y ADOLESCENCIA
Se considera que las acciones más eficaces de educación sanitaria son las desarrolladas en la infancia y en la adolescencia, ya que se actúa sobre individuos y grupos en períodos de formación mental y social, y por lo tanto son muy receptivos y capaces de adquirir conductas positivas de salud. Pero si hay alguien tanto o más receptivo de la información que tiene que ver con la salud infantil son los familias y, de forma especial, las madres. Por ello los adecuados conocimientos y actitudes sanitarias, adquiridos mediante educación sanitaria, son básicos a la hora de desarrollar cualquier programa de salud infantil; de hecho cuando esa información es mucho más fácil actuar con seguridad, se da menos importancia y se dramatiza menos en los momentos de fricción, al poder considerarlos como “normales”.
Aunque la madre sea, en general, la más receptiva, la educación para la salud hay que dirigirla a todos los miembros de la familia, desde los padres, los hijos, los abuelos o todas aquellas otras personas que estén en el entorno familiar, tengan o no lazos de consanguinidad.
Hay que saber escuchar, respetar y negociar y utilizar un lenguaje verbal o visual que transmita el mensaje de modo comprensible, y tener muy bien definido, en cada caso, los criterios para seleccionar los problemas de salud sobre los que se desea intervenir, ordenando unos objetivos educativos claros, realistas, factibles y coherentes con la realidad.
La Organización Mundial de la Salud (1983) reconoció que “si se enfoca la educación sanitaria desde un modelo participativo, y adaptado a las necesidades, la población adquirirá una responsabilidad en su aprendizaje y éste no estará centrado en el saber, sino también en el saber hacer. “
La Educación sanitaria se reconoce como una estrategia útil en la promoción de la salud, en la prevención de la enfermedad y en la orientación a pacientes enfermos.
Es una disciplina cuyas bases teóricas se asientan en cuatro bloques científicos: ciencias de la salud (comportamientos para mejorar la salud), ciencias de la conducta (psicología, sociología y antropología, que explican cómo se producen los cambios de comportamiento), ciencias de la educación (pedagogía, que permite facilitar el aprendizaje de un comportamiento) y ciencias de la comunicación (que permiten identificar como se comunican las personas). (Rochon, A. 1992).
La Asociación Médica Americana (AMA) recomienda estrategias clínicas para mejorar la salud y el bienestar de los chicos y chicas, a través de la acción preventiva, tanto primaria como secundaria. Sugiere que los médicos y otros sanitarios deberían intentar activamente evitar o modificar los comportamientos de riesgo para la salud, con asesoramiento sanitario a través de educación para la salud, consejos sanitarios y guías anticipatorias .
La Educación para la Salud se puede trabajar de forma individual o en grupo, con niños sanos o enfermos, con padres y madres, o con los propios pacientes cuando esos son mayores.
INFANCIA Y ADOLESCENCIA
Se considera que las acciones más eficaces de educación sanitaria son las desarrolladas en la infancia y en la adolescencia, ya que se actúa sobre individuos y grupos en períodos de formación mental y social, y por lo tanto son muy receptivos y capaces de adquirir conductas positivas de salud. Pero si hay alguien tanto o más receptivo de la información que tiene que ver con la salud infantil son los familias y, de forma especial, las madres. Por ello los adecuados conocimientos y actitudes sanitarias, adquiridos mediante educación sanitaria, son básicos a la hora de desarrollar cualquier programa de salud infantil; de hecho cuando esa información es mucho más fácil actuar con seguridad, se da menos importancia y se dramatiza menos en los momentos de fricción, al poder considerarlos como “normales”.
Aunque la madre sea, en general, la más receptiva, la educación para la salud hay que dirigirla a todos los miembros de la familia, desde los padres, los hijos, los abuelos o todas aquellas otras personas que estén en el entorno familiar, tengan o no lazos de consanguinidad.
Hay que saber escuchar, respetar y negociar y utilizar un lenguaje verbal o visual que transmita el mensaje de modo comprensible, y tener muy bien definido, en cada caso, los criterios para seleccionar los problemas de salud sobre los que se desea intervenir, ordenando unos objetivos educativos claros, realistas, factibles y coherentes con la realidad.
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